Esta es la carta que Diego, con sólo 11 años, dejó escrita la mañana en la que le pareció hallar por fin una (falsa) solución al problema que sufría. Aquella mañana, Diego se tiró por la ventana del quinto piso en el que vivía con sus padres. La nota que encontraron junto al que era su muñeco favorito desde muy pequeño, deja claro que no soportaba un día más en el colegio. Y leerla duele tanto como enseña. Por eso hay que hacerlo. Por favor, leedla.
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En esto acaba el acoso. Esa mierda que empieza con falsas tonterías; con una broma que hace mucha gracia al agresor y ninguna al agredido; o con ese mote que en realidad es humillación; con un insulto recurrente; o tal vez con la tirana y falsa risa de quien se juzga mejor que el otro. A veces, es un abuso físico; otras, un gesto de rechazo social, simplemente porque el otro se atreve a ir a su bola o a ser diferente; y lo último es llevar el acoso a las redes, en forma de amenaza, de troleo o de imagen robada cruelmente difundida. Menudos imbéciles. Así somos. Así de enanos empezamos a castigar lo diferente. Así de pronto aprendemos a arrojar nuestros propios miedos, inseguridades y frustraciones sobre otro. Y así de grave, como el caso de Diego, es el bullying y la terrible inacción de los que rodean a los acosadores.
Pasó allí, pero puede estar sucediendo en cualquier centro. Y si pasa, todos somos culpables: tú, imbécil, por acosar; los compañeros, por reíros con él o mirar para otro lado, en vez de defender a la víctima o acudir a un adulto; los profesores, por no coscarnos de lo que sucede delante de nuestras narices o no actuar diligentemente cuando se intuye algo; los equipos directivos y sus superiores, por no ser contundentes en ofrecer protección al agredido y justo castigo a los que se afanan tanto en fastidiarle la vida; y los demás, la sociedad española en conjunto, por enseñar con nuestros actos cotidianos a los niños, desde bien pequeños, a juzgar, a encasillar, a odiar y a dar por saco al prójimo por mero y mediocre divertimento... Es la tiranía de los imbéciles. Y espero que tú nunca seas uno de ellos.
Que pena que Diego llegara a estos extremos para "solucionar" ese gran problema que es el acoso y que la mayoría de las veces nadie se da cuenta o el que lo sabe ( como tú bien dices), mira para otro lado. Es una situación que siempre me ha preocupado, me pongo en el lugar de la persona que lo sufre y pienso que debe ser insoportable, y no sé cómo pero habría que estar muy atentos para darse cuenta cuando esto está sucediendo, sobre todo cuando se trata de niños, no crees?
ResponderEliminarPon os pelos de punta... É moi triste que un neno teña que recurrir a esa "solución" para poñerlle fin o asunto...
ResponderEliminartriste ver que una persona tan madura ( en este caso un niño ) decida terminar con su vida. merece reflexion .
ResponderEliminarEs una pena y es una pérdida. Un drama personal, familiar y también social. Porque así perdemos todos. Esto no es gratis; tenemos el deber de no dejar que algo como esto se quede en unos minutos de pena, en un texto solidario o en una nueva inacción general contra los comportamientos de acoso en la escuela... que, si no sabemos cortar y reconducir a tiempo, serán los comportamientos de acoso fuera de ella: en la familia, en la pareja, en el trabajo... Todos somos culpables; todos podemos hacer algo. Todos.
ResponderEliminarNo puedo ni imaginar lo que tenía que sufrir ese pobre niño... 11 años y recurrir al suicidio, es realmente triste que pasen estas cosas.
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