Pues ya sabéis. Que no os pille el ébola porque vais aviados. A tenor de que lo que los médicos y enfermeras están aireando, y de lo que los políticos han liado, ya sabemos que la ministra de sanidad no tiene ni idea de sanidad, ni de salud, ni de comunicación. Basta verla en una rueda de prensa, titubeando, esquivando preguntas y mirando a todos lados menos a su interlocutor, para sentir un escozor, una fiebre y un bochorno enfermizo.
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También sabemos, porque así lo ha dejado claro él, que el consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid tiene la vida muy resuelta, y se la trae al pairo el que su cargo (repito, consejero de sanidad) exija que se parta el lomo por resolvérsela precisamente a los demás. Sabemos (ahí está el gobierno, siempre atentos y cuidando de nosotros) que la culpa de todo la tiene la enfermera, por haberse presentado voluntaria para asistir al primer enfermo que el gobierno trajo al país. Y por tocarse la cara. Y por irse a la peluquería. No importa que no hubiese ningún protocolo ni documento señalando que no podía hacerlo. La culpa es de la enfermera, que para eso está enferma, y punto.
También vamos sabiendo que los médicos y personal sanitario no tienen ni un sólo motivo para quejarse, pues se les preparó para tratar el ébola muy eficientemente, con una única charla de media hora, en la que una enfermera se vistió primero y luego se desvistió. Sin más. Ni entrenamiento, ni vainas. Pensarán algunos (aguilillas, que sois unos aguilillas) que una epidemia tan grave exigía un aprendizaje algo más elaborado y metódico, pero de eso nada, monada. El consejero (sólo llegan al puesto los mejores, y los más sensibles) también se ha encargado de aclarar, por si las moscas, que para ponerse un traje no hace falta hacer un máster. Es verdad que algunos médicos han denunciado que los trajes les quedaban cortos, que tenían que ponerse cinta aislante en ellos para que realmente aislaran de algo, o que estos eran de nivel 2 cuando al ébola le corresponde uno de nivel de seguridad 4. Pero insisto, el consejero ha puntualizado que para ponerse un traje no hace falta un máster. Así que menos chulería, y al toro, que aquí todo es escaquearse. Quizá por descuido, el consejero y la ministra no han dicho nada acerca del personal de limpieza, aunque es sabido que se negaron rotundamente a higienizar las salas en las que habían sido tratados los enfermos de ébola, a pesar de haberlos provisto de un arma inmunológica ingeniosa y del todo fiable: una bata de papel.
Y nos queda, claro está, Xcalibur: el perro de Teresa y Javier. Esa bestia inmunda. Ese foco seguro de infección. Esa bomba de relojería disfrazada de apacible mascota. Había que ir a por él...
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Algunos pedían una cuarentena y unas pruebas médicas como las que se aplican a las personas. Pero no. Qué falta de humanidad hubiera sido tratar a un perro de igual manera que a un humano. Por eso no se anduvieron con rodeos y cogieron el teléfono para preguntar a un veterinario. Imaginad el canguele de este ante la tesitura de decidir algo así con estos políticos, que, cuando las cosas salen mal, no dudan en criminalizarte y echarte el muerto encima con tal de no asumir ni una responsabilidad. Con este percal, está claro: el veterinario lo vio venir y prefirió curarse en salud, aconsejando una medida radical. La llamaron sacrificio, pero también eso es mentira: lo asesinaron. No había ni hay ni una sola evidencia científica que demuestre que el ébola se transmite de personas a animales, o viceversa. No había ni un síntoma de que tuviese la enfermedad, o una prueba que lo demostrase. No había ni hay un sólo científico que aconsejase matar al animal, sino todo lo contrario. Media España se movilizó para pedir a su gobierno más cautela y humanidad en el trato de la mascota. Y hasta la familia advirtió que el disgusto de la enferma sería letal si se enteraba de que iban a matar a su perro. Pero nadie escuchó. No sirvió de nada. Lo asesinaron por nada. Para ellos, Teresa y su perro no eran pacientes sino culpables.
Curiosamente, ayer supimos que otra enfermera, esta vez en Estados Unidos, se había contagiado de ébola asistiendo a un enfermo. Curiosamente también ella tiene mascota, y también se trata de un perro. Pero ojito a la respuesta política allí: "La mascota es muy importante para la paciente y queremos que esté a salvo", dijo públicamente el Alcalde de Dallas. El perro de la enferma estadounidense no será sacrificado sino tratado como un posible enfermo. Como cualquier persona. Como cualquiera de nosotros, tú o yo, o nuestras mascotas, querríamos ser tratados.
La paciente estadounidense y su perro tuvieron otro trato. Vía |
Afortunadamente tenemos médicos y enfermeros capaces, valientes y competentes. Gente que sabe hacer su trabajo porque se ha preparado toda la vida para él y para ayudar a los demás. Ellos van a ser los que nos salven del ébola y de cualquier otra epidemia que llegue. Sin duda. Pero la pregunta ya no es quién nos salvará del ébola, no...
La pregunta es ¿quién nos salvará de estos políticos?
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